Las zambras gitanas del Sacromonte tienen una historia que se remonta a siglos atrás en el flamenco en Granada. En los barrios a las afueras de la ciudad, se desarrolló una convivencia excepcional entre moriscos y gitanos, generando un mestizaje cultural que dio lugar a las famosas zambras del Sacromonte. A lo largo del tiempo, estas zambras han experimentado diferentes etapas hasta llegar a la actualidad. En este artículo, haremos un recorrido retrospectivo sobre las zambras gitanas, las cuales son una parte esencial de la historia del flamenco en Granada.
¿Qué significa la palabra Zambra?
El término ‘zambra‘ proviene del árabe y originalmente significa ‘flauta’. Según Pedro Alcalá, autor de ‘Vocabulista Arábigo’ en 1505, que fue la primera gramática arábigo-castellana, la palabra era genérica para referirse a todo tipo de instrumentos. Otros historiadores y etimólogos sostienen que ‘zambra’ se refiere a ‘ruido, palmoteo, baile acompañado de cante, fusión de voces humanas y bullicios instrumentales armonizados en brava conjunción orquestal’. Leopoldo Eguilaz, en su ‘Glosario etimológico de las palabras españolas de origen oriental’, basándose en la acepción de Pedro Alcalá, opina que ‘zambra’ significa ‘música acompañada de canto o cántico con instrumentos músicos y concierto, estrépito o ruido’.
Estas celebraciones llenas de alegría se entonaban y bailaban en días de bodas, nacimientos y festividades religiosas, al ritmo del laúd, la guitarra, el rabab o vihuela, la darbuka (un pequeño tambor en forma de cáliz), el jalajil (un brazalete de cascabeles), la kamaya (antecesora del violín), los adufes (panderos o panderetas), la xabeba, la gassaba, el somalí (flautas) y el sany (zimbales), y, por supuesto, acompañados de palmas.
Origen de las Zambras en Granada.
El origen de las zambras en Granada se remonta a un período de intercambio cultural y mezcla de tradiciones tras la expulsión de los musulmanes de la región. Después de la expulsión, los moriscos que se quedaron en Granada se vieron obligados a convertirse al cristianismo y adoptar la nueva religión. Sin embargo, a pesar de este cambio, mantuvieron vivas sus costumbres y músicas tradicionales.
En el año 1492, coincidiendo con la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos, los gitanos llegaron a la ciudad. Acompañando a los ejércitos y desempeñando diversas labores, como la forja de armamento y el cuidado de animales, se establecieron en los barrios ocupados por los moriscos, como Rabadasif y Xarea, situados extramuros y en el extremo del Albaicín. Esta convivencia entre árabes y gitanos se prolongó hasta la expulsión de los moriscos en 1610.
La cercanía y similitud entre los moriscos y los gitanos, tanto en su apariencia física como en sus costumbres, música, bailes y cantes, propició la mezcla de sangre a través de matrimonios entre ambas comunidades. Los gitanos adoptaron instrumentos moriscos, como los panderos, las guitarras y los pitos hechos con los dedos, que han llegado hasta nuestros días. También se incorporaron elementos de las tradiciones árabes, como los melismas en las canciones jondas. Granada se convirtió en un escenario único donde se dieron estas circunstancias y donde surgieron las zambras gitanas, que han perdurado hasta el siglo XXI.
Las primeras zambras moriscas de las que tenemos constancia surgieron en Granada en 1524, durante la procesión del Corpus Christi. Estas zambras estaban compuestas por moriscos y algunos gitanos y llevaban el sello del arzobispo Hernando de Talavera. Entre ellas se encontraban las zambras del Zenete, las del Albaicín y las de las Alpujarras. Con el tiempo, las danzas en honor al Santísimo en las procesiones eucarísticas fueron adquiriendo mayor relevancia y número. Las zambras se distinguían entre las de ‘sarao’, caracterizadas por su lujo y los trajes de ricos tejidos como el damasco y la seda, y las de ‘cascabel’, que aunque de indumentaria inferior, también eran llamativas y vistosas. Durante estas zambras se bailaban diversos ritmos, como la zarabanda, la chacona, el bullicuscuz, el colorín colorado, el quiriguigai, entre otros.
Declive y prohibición de las zambras
En 1554, las zambras y las danzas gitanas fueron suspendidas por la diócesis de Guadix. A pesar de que Francisco Núñez Muley, un morisco, solicitó al rey Felipe II que se permitiera la continuidad de las zambras y se protegiera a sus hermanos de raza de las pragmáticas de 1567, las zambras moriscas fueron prohibidas durante los reinados de Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Felipe V.
Las políticas se volvieron más severas contra los moriscos, y gradualmente se decretó su expulsión, que se completó en 1610. Ese mismo año, los cristianos viejos comenzaron a considerar la expulsión de los gitanos de España, a pesar de haber convivido pacíficamente desde su llegada a la península. Durante el reinado de Carlos V, los gitanos empezaron a enfrentar algunos problemas, pero fue durante el reinado de Felipe II cuando fueron relegados a barrios en las afueras de las ciudades, dando origen a las ‘gitanerías’. Esta situación se mantuvo hasta 1783, cuando la pragmática de Carlos III, con un optimismo prematuro sobre la fusión de ambos pueblos, abrió las puertas de la alta sociedad a los espectáculos gitanos. George Borrow, conocido entre los gitanos como Jorgito el Inglés, declaró: ‘La ley les abrió de par en par el camino de las artes (…) y los declaró aptos para cualquier oficio o profesión’.
La llegada de los viajeros románticos y el resurgimiento de las zambras gitanas del Sacromonte.
Aunque las zambras no desaparecieron por completo y continuaron celebrándose en ámbitos privados, no hay registros de ninguna actuación pública de las zambras hasta mediados del siglo XIX.
En 1672, A. Jouvin de Rochefort, en su obra ‘Un viajero en Europa’, describió su visita al Sacromonte, donde vio a los gitanos viviendo en cuevas excavadas en la tierra, y observó que el barrio estaba lleno de cruces. Sin embargo, fueron los románticos franceses, alrededor de 1820, quienes empezaron a dar a conocer Granada en Europa y, con ella, a los gitanos del Sacromonte. Esta fama internacional llevó a las autoridades y a otras personalidades influyentes a invitar a los gitanos a participar en las festividades en honor a los visitantes más distinguidos e ilustres.
En 1850, Antonio Torcuato Martín ‘El Cujón’, un gitano de Ítrabo, herrero, cantaor, bailaor y guitarrista, quien observaba atentamente la llegada de importantes turistas a Granada y era convocado para amenizar sus fiestas, decidió reunir a los artistas de los barrios de cuevas y, en el sótano de su herrería en la plaza del Humilladero, creó un espectáculo flamenco único basado en el tema de la boda gitana, al que llamó ‘La Zambra Gitana granadina’. Así se estableció la denominación de Zambra granadina para definir los conjuntos de bailes gitanos basados en la ceremonia de boda.
En el resto de España, alrededor de 1861, comenzó a escucharse la palabra ‘zambra’ en los teatros españoles: ‘Zambra de Gitanos’ en el Teatro de San Fernando en 1887, en el Teatro Duque y en el Teatro Circo Alameda en 1886. Artistas como la Gaviria, la Cogollera, la Follaíca, Diego el Talones, Frasquirri y su mujer la Pella, la Seana, la Chulenga, la Primera Golondrina, Chata la Jampona o la Cotorrera, Manuel Tapia y Marín el Cañero actuaron en esas zambras. Las primeras fotografías que se conservan son de la Zambra de Cujón, tomadas por Charles Clifford en la Alhambra en 1862, con motivo del viaje que Isabel II hizo a la ciudad.
A partir de ese momento, surgieron numerosas zambras gitanas en el Sacromonte, tanto en el camino de Valparaíso como en el cerro, entre ellas: Zambra del Cujón, Zambra de los Amaya, Zambra de la Capitana, Zambra de Manolo Amaya, Zambra de la Coja y el Pititilli, de la Golondrina, etc.
Las zambras gitanas del Sacromonte continuaron hasta las inundaciones de 1963, cuando los habitantes del barrio se vieron obligados a abandonar las cuevas debido a fuertes lluvias que provocaron algunos derrumbes. Muchos de los gitanos del Sacromonte nunca regresaron al barrio, lo que resultó en la pérdida de su identidad y estilo de vida, según palabras de Curro Albaicín. La mayoría de las zambras se perdieron y hoy en día solo quedan algunas que, en la mayoría de los casos, ya no representan los bailes de zambra como lo hacían sus ancestros.