La historia del flamenco en Granada procede de la mezcla de varias culturas como la gitana, la judía y la mulsulmana.
El incierto origen del flamenco, resultado del mestizaje de diversas culturas como la judía, la musulmana o la gitana con unas costumbres propias de Andalucía, hicieron de Granada una de las cunas más importantes del también llamado `arte jondo’.
El Sacromonte o `monte sagrado`, pintoresco barrio granadino muy popular por sus cuevas y zambras gitanas, no siempre fue tan popular. Y es que ese lugar extramuros de la ciudad fue el refugio de los ‘marginados’, fuera del control eclesiástico y administrativo. Tras la conquista de Granada y la expulsión de judíos y musulmanes de Granada, allí se asentaron los moriscos y familias gitanas que hasta ese momento habían sido nómadas. Como ‘ciudadanos de segunda’, y desprovistos de derechos reservados exclusivamente a señores castellanos, allí ejercieron de artesanos (forjadores, herreros) o como comerciantes. Ya en esa época eran conocidos por su carácter alegre y festivo, además de por tener sus costumbres y leyes propias.
Para comprender el espectáculo de flamenco que podéis ver en Casa Ana, hay que remontarse al siglo XVIII, momento en el que el flamenco se había limitado a un entorno privado y familiar. Fue consecuencia del paso de las tropas francesas e inglesas por estas tierras, junto con el surgimiento en Europa del movimiento romántico, en búsqueda constante del sentimiento, lo exótico y lo pintoresco. Por tanto, los gitanos del Sacromonte vieron en ese viajero romántico una oportunidad y una forma de ganarse la vida, surgiendo así las primeras Zambras del camino.
«Andalucía y, especialmente Granada, se convirtieron en destinos predilectos para estos viajeros que quedaban fascinados con las músicas y danzas de los gitanos de las cuevas, además de por la belleza de sus mujeres. Escritores de toda Europa reflejaron en sus cuadernos de viaje la admiración que sentían por la ciudad y sus gentes, convirtiéndose así en uno de los destinos preferidos de los foráneos.”
Aquí comienza la comercialización del flamenco y de las zambras, de los espectáculos de flamenco que los gitanos ofrecían a los turistas y la puesta en valor y posterior conservación de las tradiciones y costumbres de un pueblo que, hasta ese momento, había sido marginado. Surgió así una conciencia propia del patrimonio, hasta entonces inexistente.
La primera zambra de la que se tiene constancia fue la de Torcuato Martín, el ‘Cujón’, instalada en una sala de su herrería. Ahí se iniciaron artistas como la ‘Cotorrera’, la ‘Golondrina’, el ‘Fraquirri’ o la ‘Chata’. Cabe destacar los bailes autóctonos de la cachucha, la albolá o la mosca, además del petaco, el merengazo y el tango gitano o los cantes por granaína, media granaína y los fandangos del Albaicín.
La profesionalización y el reconocimiento del flamenco como género musical que se fueron desarrollando con el tiempo provocaron que el flamenco se fuera alejando de la identidad del pueblo y acercándose cada vez más a la comercialización. Fue así como varios escritores de la Generación del 27, como Federico García Lorca o el compositor Manuel de Falla, preocupados por esa pérdida de identidad, organizaron el Concurso de Cante Jondo 1922, buscando preservar y conservar la esencia y pureza del flamenco, consiguiendo así potenciar el valor y la conservación de este arte que no deja indiferentes ni a propios ni a ajenos.
Es importante conocer que en esa Plaza de los Aljibes, el mundo vio con sus ojos, desde la ciudad de la Alhambra, la participación de artistas que serían más adelante de reconocido prestigio en la cultura flamenca, como La Gazpacha, Manolo Caracol, Manolo Torres o Diego Bermúdez “El tenazas”. Este último, consiguiendo el más alto galardón y alzándose como indiscutible ganador del Concurso de Cante Jondo.