Conoce los orígenes del baile flamenco
Para hablar de las características del baile flamenco en esta época debemos recurrir a una serie de fuentes determinadas, como la literatura de viaje, que nos van a permitir crear una narrativa completa.
Asimismo, la documentación generada por los ‘enemigos’ de estos bailes, la prensa local que relata sucesos de robos, prostitución y escándalos de otra índole, las fotografías y la documentación suelta, como los carteles (que no permiten generar una narrativa completa pero sí complementaria) sirven como información para reconstruir las características de cómo eran los bailes flamencos en este momento histórico.
Debemos tener en cuenta la diferencia de narrativa que vamos a encontrar en la literatura de viaje del siglo XIX con respecto a la del siglo XVIII; en el romanticismo vamos a tener más visibilidad sobre el paisaje, pero sobre un paisaje preexistente.
Después de la Guerra de la Independencia, los viajeros románticos van a disparar su interés por España. Imbuidos por este espíritu, van a centrarse en mirar para buscar la diferencia, experimentar las sensaciones y emociones, indagar en ello y sentir hasta sus máximas posibilidades. Les interesa el pueblo porque es distinto a lo que ellos conocen.
No obstante, encontramos una serie de desventajas; los viajeros cuentan lo diferente, lo que es extraño para ellos, por lo que no vamos a encontrar una narrativa completa de la situación del flamenco a través de sus testimonios. Muchas veces sitúan la atención, por ejemplo, en la ropa, con la que ellos pueden establecer relaciones con respecto a su cultura. A nivel musical y dancístico, la descripción del cante, toque y baile es muy abierta, general y poco precisa, por lo que no podemos determinar exactamente qué vieron, pero nos sirve como punto de partida.
Hablando de los núcleos de los primeros cafés cantantes encontramos particularidades como las de Granada, cuya mala relación con los caminos y las conexiones no frenará la abundante presencia extranjera que acude a visitar la Alhambra.
Respecto a Sevilla, observamos que era una ciudad donde este tipo de bailes estaban perseguidos, por legislación, por moral y por costumbre. Bailar en este contexto solo estaba bien visto si era de forma profesional privada. Sin embargo, esta ciudad va a generar las primeras academias de baile, los primeros espacios empresariales que van a cobrar por una entrada para oficiar bailes, que va a generar demanda y va incluso a desarrollarlos hasta generar espacios independientes y específicos.
A partir de 1880, con los cafés cantantes vamos a observar que muchos de los elementos del baile pensados para los extranjeros, como el último paso del olé y el vito van a desaparecer. En esta década el espectáculo flamenco del café cantante va a ir adquiriendo una consolidación y diferenciación especial, en el que el baile se desligará progresivamente de la estética de la escuela bolera, apartando progresivamente elementos como las castañuelas. Observamos innovaciones en el vestuario que modificaron el baile como la bata de cola y el mantón, de la mano de figuras como Pastora Imperio y el sombrero de ala ancha.
Durante el intervalo de tiempo señalado (1880-1920) encontramos un cuadro flamenco conformado por entre diez y quince artistas, mayoritariamente femeninas y jóvenes -sobre todo en el cante y el baile- que eran habituales de cada local.
Estos cafés eran espacios de alterne en el que, a pesar de ser el núcleo en el que se desarrollaron grandes figuras del baile como ‘La Malena’ o ‘La Macarrona’, las bailaoras no se dedicaban únicamente a una profesión. Iban alternando el espectáculo con la prostitución o el servicio a los clientes. En este sentido, entendemos que el público mayoritario eran hombres heterosexuales de clase obrera, por lo que los bailes se adecuaban a su agrado, potenciando cierta sensualidad y feminidad.
Encontramos mucha variedad de escuelas y bailes ejecutados principalmente por mujeres, en su mayoría a solo, produciéndose una división sexual del baile. Además, en esta época los papeles del cuadro no estaban fijados o profesionalizados por separado por lo que la misma bailaora podía también cantar. Podían salir hombres como figura de baile pero su papel normalmente era el de acompañar a la mujer o, si bailaban a solo, desechaban la sensualidad.
Se trata de bailes vistosos, condicionados en parte por la arquitectura del espacio, y que, según la tendencia (femenina o masculina), pueden ser más elegantes y delicados, con movimientos precisos y circulares y con un zapateado decorativo, -asociado a la tendencia femenina-, o bailes en los que el zapateado adquiere mayor importancia, cumplimentado con cierto salvajismo y contorsiones corporales, -asociados a la tendencia masculina-.
Como ejemplos recogidos por el viajero É. Bouchet en Souvenirs d’Espagne vemos la Macarena o ‘bailes del vientre’, relacionados con Granada, que se caracterizan por realizar contorsiones, retorcer el busto y las caderas y emplear el zapateado de forma reiterada, el bolero o la seguidilla.
Como recoge Rocío Plaza en Los Cafés Cantantes de Sevilla y las imágenes fotográficas de Emilio Beauchy (2018), viajeros como Hans Parlow describían un ambiente bastante sensual reflejado en los bailes, estilizados con vestidos ligeros, un chal enrollado alrededor del busto y una flor sujeta a las sienes. Por último, si atendemos a los estilos del flamenco, encontramos las alegrías como baile fundamental de mujeres a partir del cual se van a ir cristalizando el resto de estilos del baile, expandiéndose hacia los tientos-tangos, la soleá y el garrotín (en mujeres) y la farruca y el zapateado (en hombres), entre otros.