¿Qué son las alegrías en el flamenco?
Las alegrías se erigen como un estilo de cante esencialmente jubiloso dentro de los palos del flamenco. Sus letras están impregnadas de esencia popular, con composiciones que adoptan el octosílabo en estrofas de cuatro versos. Al igual que las soleares, su compás es de doce tiempos, denominado mixto o de amalgama, que consta de dos compases de tres tiempos y tres compases de dos tiempos. En los cantes, las letras se nutren del imaginario popular y un vocabulario propio, arraigado en las zonas donde florecen, destacando especialmente en la bahía de Cádiz, aunque también se dejan sentir en Córdoba.
En el vasto repertorio de cantes flamencos, las alegrías ocupan un lugar prominente dentro del grupo de las cantiñas. Este género musical incluye no solo las alegrías, sino también otras variantes como las cantiñas propiamente dichas, como la de Pinini o la rosa, los caracoles -que ganaron popularidad gracias a Antonio Chacón-, la romera, que hoy en día se encuentra en desuso y el mirabrás con sus tonos de pregón.
Las alegrías son, posiblemente, uno de los bailes flamencos más antiguos, siendo una fuente importante para la creación de pasos coreográficos en otros palos del flamenco. A lo largo de décadas, la coreografía ha mantenido una estructura formal, aunque con posibles variaciones, constando con la siguiente estructura de las alegrías: entrada, paseo, silencio, castellana y escobilla, culminando con un desplante o salida por ‘chufla’, bulerías de Cádiz o jaleos.
Historia de las alegrías: flamenco y jotas.
En los albores del siglo XIX, la ocupación francesa y la conmemoración de las Cortes de Cádiz desencadenaron una influencia notable de las jotas aragonesas en el folclore musical de la región.
En este contexto, la jota aragonesa se entremezcló en el mundo flamenco, adoptando una melodía siempre en tonos mayores que evoca la felicidad y la alegría de manera directa. Este fenómeno se entrelazó con el compás de amalgama característico de la soleá, aunque de manera más ágil y con acentuaciones distintas, otorgándole una cualidad aún más propensa al baile. Algunas letras, haciendo referencia, por ejemplo, a la Pilarica como ‘la más hermosa’, evidencian esta fusión enriquecedora. La armonía de la guitarra también refleja esta convergencia.
Además de la jota aragonesa, también se pueden encontrar elementos de otros cantes, como las coplas romanceadas, los pregones, los panaderos, las seguidillas y, fundamentalmente, los jaleos en tono mayor.
Aunque inicialmente, las alegrías no eran consideradas cante flamenco como tal, por ‘carecer de pureza’ frente a las soleares, con su desarrollo y a medida que el siglo XIX llegaba a su fin, las alegrías se consolidaron como una parte destacada de los espectáculos ofrecidos en los cafés cantantes. Este auge continuó a lo largo de la Ópera Flamenca y se intensificó con la proliferación de los tablaos en la década de los 60, persistiendo hasta nuestros días y siendo uno de los palos más representados en los tablaos flamencos como Casa Ana.
Una anécdota cuenta que el cantaor gaditano Ignacio Espeleta, en una juerga donde se encontraba el torero y dramaturgo Ignacio Sánchez Mejías, va a comenzar a cantar una letra pero olvida el principio de la misma, en lo que entona el que ha sido una entrada por excelencia de este palo, el ‘Tirititrán tran tran..’. Por un casual, de una forma anecdótica, y con la gracia propia de la Cádiz como elemento principal, nace uno de los recursos más utilizados en este palo.
¿Quienes son los principales intérpretes de alegrías?
A lo largo de la historia del flamenco, las alegrías han sido interpretadas de forma magistral por los más conocidos artistas del flamenco, destacando figuras emblemáticas como Enrique El Mellizo, uno de los pioneros y a quien se le debe gran parte de los cantes que se realizan a día de hoy, La Niña de los Peines, La Perla de Cádiz, Aurelio de Cádiz, Fosforito, Manolo Caracol, Naranjito de Triana o, estos últimos más contemporáneos, Chano Lobato y Camarón de la Isla, entre otros.
La primera grabación que se tiene de las alegrías se realizó en 1909 por Sebastián El Pena, acompañado a la guitarra de El hijo del Ciego, y al majestuoso baile de La Macarrona.
Aunque las alegrías inicialmente llegaron a la mayoría a través del baile, se han convertido en una forma distintiva de expresión que ha transcendido desde los cafés cantantes iniciales hasta todos los rincones donde ha florecido el arte flamenco. El uso de la bata de cola o el mantón flamenco, característica de la escuela sevillana, y ocasionalmente, las castañuelas, añaden un componente visual y auditivo inigualable. Grandes bailaoras de flamenco como La Mejorana, La Jeroma, Gabriela Ortega o La Macarrona han trazado algunas de las estampas más memorables por alegrías. Matilde Coral elevó las alegrías a una categoría superior, mientras que Mario Maya las integró como uno de los pilares fundamentales de su amplio repertorio.